Los musulmanes franceses demandan la aplicación del sistema de millet del antiguo Imperio Otomano

martes, noviembre 22, 2005

En ¿Por qué arde París?, Amir Taheri explica las razones últimas de la explosión de los disturbios de París. Entre otras cosas, dice:

En cuestión de horas, la causa original de los incidentes estaba olvidada y el tema giraba entorno a la demanda por parte de los representantes de los gamberros de que la policía francesa abandonase “los territorios ocupados”. Hacia mediados de semana, los disturbios se habían propagado a tres regiones vecinas de París con una población de 5,5 millones de personas.
¿Pero quién vive en las áreas afectadas? En el propio Clichy, más del 80% de los habitantes son inmigrantes musulmanes o hijos suyos, en su mayoría procedentes del África negra o árabe. En otras ciudades afectadas, la comunidad inmigrante musulmana supone entre el 30 y el 60% de la población. Pero éstas no son las únicas cifras que importan. La tasa media de paro en las zonas afectadas se estima en alrededor del 30% y, en lo que se refiere a los jóvenes en edad de trabajar, alcanza el 60%.
En estas ciudades suburbio, construidas en los años cincuenta a imitación de la vivienda social soviética de la era estalinista, la gente vive en condiciones de hacinamiento, en ocasiones varias generaciones en un minúsculo apartamento, y sólo ven “la vida real francesa” en la televisión.
Los franceses solían vanagloriarse del éxito de su política de asimilación, que se supone que convertía a los inmigrantes de cualquier procedencia en “franceses propiamente” en cuestión de una generación como mucho.
Esa política funcionó mientras los inmigrantes llegaron a Francia en cuentagotas y pudieron combinarse así en una corriente mucho mayor. La asimilación, sin embargo, no puede funcionar cuando en la mayor parte de las escuelas de las zonas afectadas, menos del 20% de los alumnos son francófonos nativos.
Francia también ha perdido otro poderoso mecanismo de asimilación: el servicio militar obligatorio abolido en los años 90.
Conforme se incrementa la cifra de inmigrantes y de sus descendientes en una localidad particular, cada vez más de sus habitantes franceses natales se va en busca de “lugares más tranquilos”, dificultando así aún más la asimilación.
En algunas áreas, es posible que un inmigrante o sus descendientes pasen toda una vida sin encontrarse nunca en la tesitura de hablar francés, por no decir familiarizarse con cualquier faceta de la famosa cultura francesa.
El resultado a menudo es la alienación. Y eso, a su vez, concede a los islamistas radicales la oportunidad de propagar su mensaje de apartheid religioso y cultural.
Algunos incluso están pidiendo que las zonas en donde los musulmanes constituyen la mayoría de la población se reorganicen según el sistema del “millet”[i] del Imperio Otomano: cada comunidad religiosa (millet) disfrutaría del derecho a organizar su vida social, cultural y educativa según su creencia religiosa.
En partes de Francia, un sistema de millet de facto está ya funcionando. En estas zonas, todas las mujeres son obligadas a llevar el “hijab” islamista estándar, mientras que la mayor parte de los hombres se dejan crecer su barba hasta la longitud prescrita por los jeques.
Los radicales han logrado impedir con coacciones que los comerciantes franceses vendan alcohol y productos del cerdo, han forzado a que “lugares de pecado” tales como salas de baile, cines o teatros cierren sus puertas, y se han hecho con el control de la mayor parte de la administración local.
Un reportero que pasó el fin de semana pasado en Clichy y sus vecinas ciudades de Bondy, Aulnay-sous-Bois y Bobigny escuchó articularse un único mensaje: las autoridades francesas deben mantenerse alejadas.
“Todo lo que pedimos es que se nos deje solos”, decía Mouloud Dahmani, uno de los “emires” locales involucrados en las negociaciones encaminadas a persuadir a los franceses de que retiren a la policía y de que permitan que un comité de jeques, en su mayor parte de la Hermandad Musulmana, negocie el final de las hostilidades.

Y volvemos a lo mismo: ¿no habíamos quedado en que los franceses eran muy malos y muy racistas y no querían aceptar a los musulmanes como sus iguales? De los Hermanos Musulmanes tenían que ser....