Después de que Aquiles escribiera sobre la falta de cumplimiento por parte de China de la convención de la ONU para los refugiados, entregando a Corea del Norte a los que de allí escapan, resulta que en 1999 Rusia hizo algo parecido, mandando de vuelta a China a 7 coreanos que se habían escapado de la represión y el hambre. Los 7 fueron internados en un maravilloso campo de reeducación, de donde 2 han conseguido escaparse hace pocos días.
El método más poco corriente de escaparse de Corea del Norte es el barco porque las playas están bordeadas con alambre de espino. Pero últimamente algunos lo intentan, unos llegan a Corea del Sur otros a Japón, como ha ocurrido estos días de atrás.
Pero lejos de intentar solucionar la crisis alimentaria del país, al parecer Corea está destinando los fondos de la ONU para comprar tierras y otros bienes en Francia, Canadá y Reino Unido. Ban Ki Moon ha dicho que, para comprobar si la investigación del US State Department es cierta, deben hacer una visita al país. No me esperaba más de él. Por supuesto, Corea del Norte le ha dicho que puede continuar esperando sentado.
Pero si hay una noticia importante -y que seguro que no obtiene la condena que merece- es el descubrimiento de 31 esclavos en la fábrica de ladrillos del hijo del mandatario local del Partido Comunista en la provincia china de Shanxi. Los locales ya se han apresurado a señalar que todo el mundo sabía que existía esa fábrica pero que el parentesco del dueño en cuestíón hizo que no se interviniera hasta ahora.
La emigración del campo a la ciudad que se está produciendo en China hizo que se estableciera un registro civil en el que se apuntan los desplazamientos, registro que no ha conseguido evitarlos y que convierte a los chinos que se trasladan a otra ciudad en extranjeros en su país que son a su vez "contratados" ilegalmente por 60 euros al mes, sin contrato, seguridad o derecho a protestar.
Por supuesto, eso no lo saben cuando son abordados al bajar del tren por quienes les ofrecen un trabajo.
En el caso que nos ocupa, los 31 esclavos no habían salido durante un año de la fábrica de ladrillos en la que se encontraban presos -porque no puede decirse que estuvieran trabajando-, no tenían permitido lavarse, no tenían calefacción y muchos tienen quemaduras porque estaban obligados a coger los ladrillos sin que se enfriaran antes. La brutalidad era tal que muchos sólo han podido decir su nombre al ser liberados. Otros han confesado que otro trabajador fue asesinado a martillazos por no trabajar deprisa y su cadáver abandonado en la montaña. Y otros que les obligaban a entrar descalzos en el horno.
Arriba la foto de algunos de ellos tras su liberación.