Parece que los que se las dan de "ohh, no somos moderados pero pa ná, manita" (o también en su versión beatorra falsa de iglesia: "te doy gracias, Señor, porque NO soy moderado") están muy contentos con el resultado de las elecciones en Italia, en las que, como sabéis ha ganado Berlusconi, apoyándose en diversos partidos como el de la extrema derecha de la nietísima de Mussolini y los de la Lega Nord de Bossi (separatistas del Norte, por si a alguien se le ha olvidado). Algo así como si se unieran en España el PP, AES y Democracia Nacional junto al PNV. Mola, ¿eh?
Curiosamente, esto es lo mejor: resulta que los que presumen de ser de derechas de toda la vida se alegran porque ohh, por fin, una coalición de toda la derecha italiana.... sin darse cuenta de que Berlusconi tiene el mismo peligro que Il Professore: que no ceda a las presiones de los grupos aliados y le dejen tan tirado como dejaron a Prodi en la pasada legislatura, de modo que los votantes menos escorados a un lado, puede que acaben hartos del Gobierno (normalmente si uno es moderado, no se radicaliza, se pira de con los radicales).Los italianos se sienten deprimidos, más viejos y más pobres que hace unos años porque su país está en una ciénaga social y económica, cuya foto más emblemática es la crisis de basuras de Nápoles. Este declive relativo es debido al fracaso endémico del liberalismo económico. Un sector público hinchado, impuestos y gasto público en un círculo vicioso, sobre-regulación, una abultada deuda pública, y un declive en la competitividad económica están oprimiendo a los ciudadanos italianos.
El crecimiento es bajo (PIB se incrementará entre un ,3 y ,6% en 2008) y la calidad de vida está disminuyendo. La burocracia y las reglas confusas hacen que la inversión se mantenga alejada de Italia. El nivel de empleo permanece en uno de los más bajos puestos en el ranking de la OCDE. El sistema de pensiones es insostenible y el mercado laboral es inflexible. Un trabajador de 25 años paga un cuarto de los sueldos para financiar el retiro de los trabajadores de 58 años. El 70% de los italianos que tienen entre 20 y 30 años todavía viven en la casa de sus padres.
El rendimiento de los estudiantes italianos es el peor entre los de los países occidentales. Los sueldos son los más bajos entre los de las naciones OCDE. Según un estudio del Banco de Italia, los sueldos de los paterfamilias no han cambiado entre 2000-2006. Los precios, mientras, sí han subido. Este colapso en los sueldos ha disminuido alarmantemente tanto los ahorros como el consumo de las familias italianas.
La sobre-imposición no acabó con la deuda pública (ahora el 106% del PIB) pero los altos impuestos sirvieron para incrementar el gasto público que ahora está en el 50,1% del PIB italiano. Este incremento en el gasto gubernamental no hizo que la administración pública fuera más eficiente o sirviera para financiar el estado del bienestar. Italia está en el puesto número 64 de las economías más libres según el Índice 2008 de la Libertad Económica. Está en el puesto 29 de entre los 41 países de la región europea.
Italia está esperando a una Thatcher, a un Reagan o al menos a un Blair. Los problemas, en su mayor parte, son los mismos que Inglaterra y América tenían en esos momentos y las soluciones son bien conocidas: bajar y simplificar los impuestos, una dieta fuerte para el Gobierno, una burocracy menos onerosa, una jurisdicción civil efectiva, una liberalización del mercado de trabajo y de los servicios públicos, reformas del estado de bienestar y del sistema de pensiones, educación basada en el mérito y en la competencia y una mayor financiación de los proyectos de I+D.
Pero es muy improbable que Berlusconi o Veltroni vayan a acometer las debidas reformas para revivir la maltrecha economía italiana.
Ambos partidos ofrecen similares planes que parecen haber sido escritos para reafirmar a los votantes. Prometen beneficios, asistencia, proyectos de alojamiento, mayores pensiones y menores sueldos - esto es, mucho más gasto público. Pero ni Berlusconi ni Veltroni han dado detalles específicos sobre las reformas. Italia es un país en el que Thatcher, Reagan o Blair no tienen sitio. Es un país para izquierdistas, ya estén estos en la derecha o en la izquierda.
Y convenientemente tampoco se han dado cuenta de eso que señala tan bien Jim Momo: que su programa político es tan de izquierdas como los de la izquierda porque es populista y propagandístico. A ello también contribuye la alianza con la extrema-derecha, porque éstos coinciden en muchos postulados con la izquierda, especialmente en materia social y económica, exactamente igual que aquí los partidos con una política económica y social más parecida son Izquierda Unida y Alternativa Española y Democracia Nacional, todos del liberal-conservadurismo como se ve.
Tras criticar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero por ser demasiado 'rosa', el próximo primer ministro de Italia Silvio Berlusconi parece que no se quedará corto y las quinielas sitúan a la modelo y presentadora televisiva Mara Carfagna como ministra de Familia, de Igualdad o incluso de Trabajo.
La modelo, de 31 años y diputada del Partido Forza Italia, puso en aprietos (¿? le puso ella???) a 'Il Cavaliere' hace poco más de un año cuando en una gala de televisión el entonces líder de la oposición piropeó a diversas modelos y presentadoras. Concretamente a Carfagna le espetó: "Miradla, si no estuviera casado, me casaría con ella de inmediato", lo que originó un escándalo mediático y su esposa, Verónica Lario, le exigió disculpas públicas.
El magnate de la televisión y presidente del AC Milan lo hizo en una carta pública dirigida a su esposa.
Añadir sólo otra cuestión: en las elecciones ha desaparecido el partido comunista (como señala Stefania en su blog Free Thoughts, en el enlace señalado más abajo) de las Cámaras representativas. Como ella bien dice, quizás es la única buena noticia de las pasadas elecciones italianas.
Italians feel more depressed, older, and poorer than a few years ago because their country is in a social and economic quagmire whose emblematic picture is the Naples’ rubbish crisis. This relative decline is due to political stalemate and to the endemic failure of economic liberalism. A bloated public sector, tax and spending in a vicious circle, hyper-regulation, vast public debt, and declining economic competitiveness are oppressing Italian citizens.
The growth is low (GDP will increase by 0.3-0.6% in 2008) and the quality of life is declining. Bureaucracy and confusing rules keep foreign investment away. The employment rate remains one of the lowest in the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD). The pension system is unsustainable and the labor market is inflexible. A 25-year-old worker with a short-term contract pays a quarter of his wages to fund the retirement of 58-year-old workers. 70% of Italians between 20 and 30 still live at their parents’ home.
Performance of Italian students are the worst among western countries. The wages are among the lowest of OECD member nations. According to a Bank of Italy study, the household head’s wages are almost unchanged from 2000-2006. Prices, meanwhile, have risen. This collapse of disposable income undermined first the savings and then the consumption of Italian households.
Hyper-taxation did not decrease the public debt (now at 106% as a proportion of GDP), but high taxes did serve the purpose of increasing public spending which now stands at 50.1% of Italy’s GDP. This increase in government spending neither made public administration more efficient nor served to fund the welfare state. Italy is the world’s 64th freest economy according to the 2008 Index of Economic Freedom. It is ranked 29th out of 41 countries in the European region.
Italy is still waiting for a Thatcher, a Reagan, or at least a Blair. The problems, for the most part, are the same as they were in England and America and the solutions are well-known: lower and simplified tax rates, a strong diet for government, less onerous bureaucracy, effective civil jurisdiction, labor-market and public utilities liberalization, welfare and pension system reforms, education based on merit and competition, and research and development funds.
But both Mr. Berlusconi and Mr. Veltroni are unlikely to accomplish the needed reforms to revive Italy’s staggering economy.
(...) Both main parties offer similar plans that seem to have been written to reassure voters. They promise benefits, assistance, housing projects, higher pensions, and minimum wages — in short, big new spending plans. But both Mr. Berlusconi and Mr. Veltroni remain vague about reforms. Italy is a country neither for Thatcher nor for Blair. It is a country for economic liberals, both on the right and on the left.The two main party’s plans and leaders are the best proof of that.