Ahora que estamos en pleno proceso judicial contra Geert Wilders, hay que recordar a otro pensador que fue denostado y rechazado por la clase intelectual francesa, con pocas excepciones. Y condenado a vivir escondido, reducido al silencio y privado de sus derechos fundamentales.
Robert Redecker era profesor de filosofía de instituto en Toulouse. Dos días después del polémico discurso de Benedicto XVI en Regengsburg, escribió un artículo en Le Figaro. Era el 19 de septiembre de 2006 y el artículo se titulaba "Frente a las intimidaciones islamistas, ¿qué debe hacer el mundo libre?". En él, Redeker decía que la relación entre el Islam y la violencia se basa precisamente en el intento, por parte de ese mismo Islam de terminar con las libertades de pensamiento y de expresión, los más preciosos valores de la civilización occidental, que no existen en ningún país musulmán. El Islam, a su juicio, estaba intentando imponer sus reglas en Europa, citando la prohibición de las caricaturas, la presión para que las niñas fueran con hijab al colegio y las acusaciones de islamofobia. Además, cometió la osadía de decir que "mientras que Mahoma era un profeta del odio, Jesús lo había sido del amor".
Inmediatamente después de escribir este artículo (irónicamente llamado de "libre opinión" en Francia), Redeker recibió amenazas de muerte creíbles de los musulmanes y fue forzado a vivir escondido. El apoyo de unos cuantos valientes fue absolutamente apagado por la crítica generalizada de los colegas académicos y periodísticos, los sindicatos de profesores y funcionarios varios, que le acusaron de poca sensibilidad y de no importarle las consecuencias. Hoy, Redeker está todavía escondido, bajo protección gubernamental.
En una entrevista al diario británico Stanpoint decía de su situación: "Soy algo semejante a un refugiado político en mi propio país". Ha dejado de dar clase, se ha cambiado de lugar de residencia y debe estar en todo tiempo protegido por dos guardaespaldas cuando entra en cualquier ciudad. Su vida es un ejercicio complicado de precauciones perpetuas, pero su caso no es célebre en Francia.
¿Quién le defiende hoy? Intelectuales como Roger-Pol Droit, Claude Lanzmann y Pierre-André Taguieff. Desde luego no sus ex-colegas. "Los de izquierdas y los sindicatos de profesores preferirían defender a un terrorista convicto como Cesare Battisti que a mí, un hombre que está en peligro de ser asesinado por terroristas", dice (Francia aceptó extraditar Battisty a Italia. Había vivido en Francia 20 años bajo la protección de una política de refugiados establecida por François Mitterrand y reapeló al Gobierno Sarkozy. Pero después de una campaña dirigida por Carla Bruni (¡!), ha obtenido asilo en Brasil -1-).
Le preguntan si es posible hablar libremente del Islam en Francia. Contesta que no, porque "la libertad de expresión está bajo constante presión por la noción falaz de la "islamofobia"". El término, inventado por el Ayatolá Jomeini (ejem, ejem...) para callar a los críticos, considera igual la legítima crítica al Islam y su ideología con el racismo (vamos, lo de confundir el tocino con la velocidad...). La gente razonable está asustada, dice, por la ideología islamista y sus prácticas bárbaras. "No es una cuestión del Islam como un sistema de creencias, si no como una ideología coercitiva que aplasta a millones de seres humanos bajo su yugo implacable". Los europeos justificadamente temen la pérdida de las libertades ganadas en luchas amargas durante siglos; temen la intrusión de la religión en la política, acabando con la separación Iglesia Estado.
Encontrado en Refugee in his Own Country | Standpoint.Online. Gracias a O Insurgente.
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